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Opinión: Daño moral y la pandemia

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Trabajando activamente para que que la calidad asistencial y la seguridad del paciente se transformen en temas prioritarios en las políticas públicas de salud en nuestro país.

Por: Dr. Marcelo Olivares Villarroel

La pandemia del Covid-19 ha expuesto a los profesionales de la salud y los sistemas sanitarios a una situación sin precedentes en los últimos 100 años, teniendo que tomar decisiones  prácticamente imposibles y trabajar bajo presiones extremas, en un contexto adverso donde se somete al escrutinio y reflexión personal (o la ausencia de ésta: piloto automático) el manejo de recursos limitados para atender pacientes con iguales necesidades, anteponer los requerimientos de los pacientes frente a sus propias necesidades físicas y mentales, ponerse la capa de súper héroe, porque la sociedad así lo demanda, porque así lo demanda su propia formación, porque así se corresponden los aplausos copiados, aunque esto cueste el tiempo con sus familias y amigos; o por el contrario, el sentimiento de culpa por estar con la familia y amigos en lugar de atender más pacientes, puede conducir a que se produzca un daño moral.

El daño moral es un término que se origina o ha sido ampliamente estudiado en los veteranos de guerra, y se puede definir como la angustia psicológica resultante de las acciones, o la omisión de estas, que violan el código moral o ético de una persona. Este daño moral, como para exponerlo desde una vereda más cercana, ha sido estudiado también en estudiantes de medicina, quienes han sido expuestos a trauma para los cuales no se sentían preparados.

Si bien, el daño moral no está clasificado como una patología propiamente tal, como el grupo F del CIE10; si es frecuente que aquellas personas que desarrollan un daño moral, experimenten pensamientos negativos sobre sí mismos o sobre los demás, sobre sus compañeros, sobre sus instituciones, pudiendo incluso llegar a pensar que “a los jefes, o a los que toman las decisiones, no les importa la vida de las personas” o tener una visión personal de “mala persona” que en episodios deriva en intensos sentimientos de culpa, vergüenza o disgusto, con probabilidad de desarrollar enfermedades graves, incluyendo la ideación suicida.

Aquí es donde me gustaría hacer una pausa, un minuto de silencio simbólico en la lectura de quienes están del otro lado del texto, en memoria de dos personas jóvenes que nos dejaron recientemente, en medio de esta otra pandemia, la de la salud mental… Y tomar este espacio para hacer una invitación coercitiva a cuestionarnos sobre la existencia de este fenómeno.  Una reflexión necesaria y un llamado a la acción de quienes estamos liderando los equipos que están a cargo de los cuidados de los enfermos por covid, pues, al igual que en los veteranos de guerra, nuestros equipos se han visto enfrentados en esta batalla sanitaria a los cuestionamientos más profundos de sus principios éticos, y no bastara con una conversación valiente, sino con un programa claro y concreto que aborde desde la seguridad y salud ocupacional, de manera precoz, los riesgos psicosociales a los que están expuestos nuestros equipos de salud y en aquellos que ya están dañados moralmente, hacer una prevención secundaria profesional y efectiva, pues nos queda un largo camino por recorrer aún… Camino para el que los necesitamos y queremos sanos e íntegros a todos.